
Se ha dicho hasta la saciedad que hay actores que siempre están bien, y Humphrey Bogart era uno de ellos. No importa que siempre se hallen en el mismo registro con lógicas variantes (dominar el registro y las variantes es condición sine qua non para estar siempre bien), pero nos regalan películas que una tras otra nos deleitan. Nos pasa a los devotos del cine negro con Bogart, como le puede pasar a los entusiastas del musical con Fred Astaire.
Pero no en Sabrina. Pocos patinazos metió Bogart en su carrera profesional, pero hay que reconocer que Sabrina fue uno de ellos. Convertido a sus 55 años en galán romántico que seduce a una jovencísima Audrey Hepburn en este film, ni su presencia ni su personaje resultan creíbles en una película que, a pesar de todo, se sigue viendo con enorme gusto. No es para menos: Billy Wilder en el guión y a la dirección, Audrey Hepburn en estado de gracia, un William Holden en su mejor momento y una música romántica de Frederick Hollander, Sabrina es una película romántica, una chick-flick o comedia romántica para chicas como hay y ha habido tantas. Muchos directores clásicos pasaron por la piedra de rodar una comedia romántica, y hoy día, casi todos los actores tienen al menos una en su haber. Es dinerito asegurado. Lo que salva a Sabrina del desastre es Billy Wilder con sus ideas ingeniosas: las copas de champán en el bolsillo trasero de un pantalón, la endiablada aceituna que no quiere salir del tarro, las réplicas brillantes, a veces afiladas como un cuchillo… Detalles de chispa sin los cuales la película sería demasiado remilgada para nuestro gusto.

Sabrina (1954). Dirección: Billy Wilder. Escrita por Billy Wilder, Samuel Taylor y Ernest Lehman. Fotografía de Charles Lang. Música de Frederick Hollander. Montaje de Arthur P. Schmidt. Intérpretes principales: Humphrey Bogart, Audrey Hepburn, William Holden, Walter Hampden. USA. 113 M. B/N. (***, de 4).
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